My name is Sister Bernarda Montenegro, OSP. I was born in a small town in Costa Rica, Central America, to a humble family of nine children and very pious parents. When I was one years old my mother died and I was separated from my family. But by God’s grace I was welcomed into another family who were good Catholics also. This newfound family, Araya Badilla, taught me to know and love God. Anybody dedicated to God’s service was welcome at our home.
Every evening we used to say the Rosary before retiring. My grandmother always invited me to pray. Quite often my nurturing mother talked about a religious community of which she was very fond. At the age of 12 I felt the desire of giving myself entirely to God. I wished to emulate those sisters my mother so often told me about. At that time I looked for help from a priest and I found it in Fr. Evelio Salazar, who directed me for several years. He told me about the Oblate Sisters of Providence and their Formation House in Alajuela, Costa Rica, which I entered at eighteen.
After I finished my formation, I went to the mission at San José de Siquirres, Costa Rica, for 14 years, doing pastoral work and religious education, particularly among the Indians. Then I served two years in Limon, Costa Rica. I have been here in the United States for 8 years working with the Spanish community, first in Annapolis, MD, and now in St. Clement’s Parish in Lansdowne, MD. I have been an Oblate Sister of Providence for twenty-six years. I am very happy carrying the message of the Good News to my brothers who need it. In my 26 years in the community it feels as if it were yesterday that I discovered my vocation. I give thanks to God and to the Virgin Mary for such a marvelous gift, and I pray to God that I do not falter in my vocation even in the midst of tribulations. I want to be an instrument, continuing to bring many souls to Him.
Mi nombre es Hermana Bernarda Montenegro, OSP. Nací en un pequeño pueblo de Costa Rica, de una humilde familia de nueve hermanos y unos padres muy religiosos. Pero a la edad de un año, a causa de la muerte de mi mamá, fuí separada de la familia. Pero por la gracia de Dios fuí recibida en otra familia que tambien eran muy católicos. Esta familia, Araya Badilla, me enseñaron como conocer y amar a Dios. Los sacerdotes misioneros y todas aquellas personas dedicadas al servicio de la Iglesia eran bien recibidos en nuestra casa.
Todas las noches rezabamos el Santo Rosario antes de irnos a descanzar. Mi abuelita siempre me llamaba a la oración. Mi mamá que me crió siempre me hablaba de una comunidad religiosa que ella concocía y la bonita relación que tenía con ellas. A la de 12 años sentí el deseo de entregarme a Dios y me llamaba la atención de que queria ser como esas hermanas de las cuales mi mamá me hablaba. Desde ese momento busque ayuda de un sacerdote, el Padre Evelio Salazar. Este padre me dió conocer a las Hermanas Oblatas de la Providencia, comunicandose en la Casa de Formación en Alajuela, Costa Rica. A la edad de 18 años ingrese a la Comunidad de OSP.
Cuando terminé mi formación, fuí a la mission en San José de Siquirres por 14 años, haciendo Vocación Pastoral y Educación Religiosa, especialmente con los indios. Por dos años serví en Limón, Costa Rica. Yo estoy aquí en los Estados Unidos por 8 años, trabajando con la comunidad Hispana, primero a St. Mary’s en Annapolis, MD y ahora en St. Clement’s en Landsdowne, MD. Me he sentido muy feliz y realizada, llevando el mensaje de la Buena Nueva a todos mis hermanos que lo necesitan. En mis 26 años que tengo de estar en esta comunidad me siento como si hubiera sido ayer que descubrí mi vocación. Doy gracias a Dios y a la Virgen por este regalo tan maravilloso, y ruego a Dios para que mi vocación aun en medio de las tribulaciones no desfallezca, sino que sea instrumento de continuar trayendo muchas almas a El.